El comunicado emitido por LATAM Argentina el viernes cuenta una historia. Una historia que incluye una pandemia que inevitablemente se la llevó puesta. Habla de dificultades para llegar a acuerdos. Habla del cierre del programa de retiros voluntarios. Cuenta una historia. Pero le faltan un par de capítulos.
Este es el comunicado:
«COMUNICADO LAN ARGENTINA S.A.
Buenos Aires, 5 de febrero 2021. LAN ARGENTINA S.A. informa que, como parte natural del proceso que siguió al anuncio del cese de actividades el pasado 17 de junio, la compañía ha dado fin al programa de retiro voluntario ofrecido a sus empleados.
El impacto que ha tenido la pandemia del COVID-19 en la filial argentina y la dificultad de generar los múltiples acuerdos necesarios para enfrentar la situación actual configuraron un escenario en extremo complejo, donde no fue posible visualizar un proyecto viable y sustentable en el tiempo, generando que LAN ARGENTINA S.A. dejara de volar desde y hacia 12 destinos domésticos después de 15 años de operación ininterrumpida. Sin embargo, los cuatro destinos internacionales que cubría LAN ARGENTINA S.A. en conjunto con otras filiales a Estados Unidos, Brasil, Chile y Perú continúan siendo operados por las otras filiales del grupo.
Desde el anuncio del cese, la compañía puso a disposición de sus colaboradores un programa de retiro voluntario mediante el cual se alcanzaron más de 1500 acuerdos individuales, y finalizó de común acuerdo los vínculos con todos los gremios involucrados. Al mismo tiempo, dentro del proceso, la compañía concluyó la devolución de los diferentes espacios, tanto de las oficinas comerciales como de los aeropuertos en todo el país y, acordó la finalización de las relaciones con diversos proveedores.
Cumpliendo con los compromisos asumidos con sus clientes, la compañía continúa gestionando la devolución de los tickets domésticos, mientras que los vuelos internacionales serán realizados por las otras filiales del grupo.
LAN Argentina S.A. es consciente del impacto de este doloroso pero inevitable proceso y reconoce el esfuerzo y compromiso de todos sus colaboradores a lo largo de estos años.»
Lo que el comunicado no cuenta es que antes de la pandemia había perdido 400 millones de dólares en los dos años previos a que el coronavirus impactara de lleno en la aviación comercial. Tampoco dice que la decisión estratégica del Grupo fue apuntalar los hubs en detrimento de las otras filiales, despojándolas de los vuelos internacionales.
No cuenta que mientras las pérdidas de LATAM Argentina rondaban los 10 millones al año, nadie se tomaba la molestia de cerrarla. No cuenta que ya había cerrado rutas domésticas bastante antes. No cuenta que, además del precio que pagó por no ser el caballo del comisario, soportó oleada tras oleada de fuego amigo.
LATAM no cierra por la pandemia. Al menos, no por esta enfermedad. Asignarle la culpa al 2020 es tan miope y cortoplacista como conveniente. Asignársela a un gobierno o a otro, también. A la hora de repasar la historia de LATAM Argentina, debemos entenderla desde su inicio, con sus pro y sus contras. Desde su conveniente desembarco, pasando por su ascenso y conversión a competidor incómodo, su inicio de la crisis con la entrada de nuevos actores y un cambio de reglas para el que no tenía ni cintura ni espalda, hasta su triste final.
Atrás quedan sus aviones, sus slots, sus activos. Más importante aún, atrás quedan 1800 empleados con sus sueños y su medio de vida cercenado por una historia que no debe reducirse a una pandemia, o a la falta de acuerdos. Merecen que la historia se cuente entera. Aunque duela.
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