El mercado aerocomercial argentino se revolucionó cuando llegó Flybondi, adoptando y abrazando la totalidad del modelo «no frills». Fue la primera compañía que eligió llamarse low-cost y que cargó con el peso -y el crédito- de esa elección. Hoy, en Argentina low-cost y Flybondi son sinónimos. Con todo lo que ello implica.
Hace unas semanas programé sobre la marcha un viaje a Resistencia, Chaco, y la opción más sensata -por proximidad de fechas y disponibilidad- era llegar a Corrientes con Flybondi. Teniendo en cuenta la proximidad de ambas ciudades (llegar desde la capital correntina a la capital chaqueña llevó aproximadamente media hora) y la ubicación del aeropuerto de Resistencia, tenía sentido.
El vuelo salió del Aeroparque metropolitano a horario: no debería ser noticia en sí, pero la racha de cancelaciones y demoras del operador estuvo en el centro de la tormenta durante el pico de la temporada de invierno. En este caso particular, tanto el vuelo de ida como el de vuelta transcurrieron sin complicaciones, operando con absoluta normalidad.
Para que lo normal no se vuelva excepción, Flybondi deberá trabajar sobre su ajustada programación, que tendrá el doble alivio de la temporada baja y la llegada de más aviones, con la intención de cerrar el año con una flota de 10 ejemplares.
Para el tramo de ida a Corrientes abordamos el LV-HKN, el Boeing 737-800 más veteranos de la flota de Flybondi, ya que llegó en 2019. Con casi 15 años y un pasado en Air Vanuatu y en Jet Airways, el interior muestra signos lógicos de vejez. Más allá de ese detalle estético, los asientos son cómodos y el espacio interior no es muy diferente de otras ofertas del segmento.
Embarcamos en posición remota en un proceso rápido y por las dos puertas. Rápidamente se completó el embarque y pudimos iniciar el rodaje a horario. Pocos minutos después, despegábamos de la pista 13 con rumbo sur, para luego virar sobre la ciudad y encarar para el norte argentino.
Poco después de alcanzar la altura de crucero, comenzó el servicio de a bordo, en el que se ofrecen comidas y bebidas (individuales o en combo) a un precio más que accesible. La compra sólo puede hacerse en efectivo.
El vuelo no presentó novedades y aterrizó unos minutos antes de la hora prevista en el aeropuerto de Corrientes. Desembarcamos rápidamente por ambas puertas y la terminal correntina sorprendió por un diseño extraño con un hall de check-in y un área de embarque chicas y abarrotadas.
El viaje de vuelta, en el LV-KAH, no mostró ninguna diferencia significativa en relación con la ida: embarque veloz, salida a horario, vuelo sin novedades. Aterrizamos en Aeroparque por la pista 31, lo que nos permitió aproximar al Jorge Newbery con una buena vista de la ciudad:
El desembarco fue nuevamente veloz y la posición remota permitió ver algo de las operaciones en marcha. Un Airbus A320 de JetSMART decidió robar un poco del protagonismo mientras bajábamos del avión:
En resumen, la experiencia de estos dos vuelos con Flybondi es correcta: hizo lo que se supone que debe hacer, a horario y sin sobresaltos. Destaco la amabilidad de las tripulaciones, que le agregan frescura a un producto que necesita de ese ambiente descontracturado -aunque profesional-.
Años después de haber iniciado operaciones, Flybondi sigue preguntando cuántos primeros viajeros hay a bordo en cada vuelo y siguen levantándose manos. Con un mix de nuevos voladores y de usuarios que fueron aprendiendo las características particulares del modelo low cost, la compañía que vino a ser sinónimo de bajo costo mantiene su relevancia. Y, con un contexto extremadamente complejo, sigue creciendo.
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