La grabadora que cambió la industria: David Ronald de Mey Warren, creador de la caja negra
La aviación tiene muchos héroes, y unos cuantos de ellos son casi anónimos. Uno de ellos es David Ronald de Mey Warren, creador de un invento que cambiaría la industria para siempre. Desde su lugar, debió luchar por la adopción de unos dispositivos que enfrentaron una importante resistencia en un principio, en una aviación de pilotos con aura de cowboys incuestionables: las cajas negras.
Nacido en Groote Eylandt, en el Territorio del Norte de Australia, la vida de Warren estuvo marcada indirectamente por la tragedia aérea desde temprana edad. Su padre falleció en 1934 en uno de los primeros desastres aéreos de Australia, la pérdida del de Havilland D.H.86 "Miss Hobart" en el Estrecho de Bass. Aunque Warren raramente hablaba de este suceso como una motivación directa, el trasfondo personal pudo influir en su posterior dedicación a la seguridad aeronáutica. Tras completar su educación, que incluyó un doctorado en química del Imperial College London, Warren se unió en 1952 a los Laboratorios de Investigación Aeronáutica (ARL) en Melbourne como científico investigador principal, especializándose inicialmente en combustibles para aeronaves.
Fue en este entorno, en 1953, donde surgió la idea que definiría su legado. Mientras los ARL colaboraban en la investigación de los misteriosos accidentes en pleno vuelo del De Havilland Comet, el primer avión comercial a reacción del mundo, Warren concibió la utilidad de un dispositivo que pudiera registrar las conversaciones de la tripulación y los datos de vuelo para su posterior análisis en caso de un siniestro. La inspiración provino, en parte, de un pequeño grabador de voz magnético alemán, el "Minifon", que Warren observó en una feria comercial. Pensó que una versión reforzada de tal aparato podría sobrevivir a un accidente.

Al frente de un pequeño equipo en los ARL, que incluía a Kenneth Fraser, Lane Sear y el Dr. Walter Boswell, Warren desarrolló el primer prototipo, denominado "ARL Flight Memory Unit". Este dispositivo pionero estaba diseñado para grabar aproximadamente cuatro horas de voz en la cabina de mando y lecturas de ocho instrumentos de vuelo clave, utilizando alambre de acero como medio de grabación magnético, todo ello contenido dentro de una carcasa robusta para proteger la información vital del impacto y el fuego.
Sin embargo, la propuesta de Warren no encontró eco inmediato. Las autoridades de aviación australianas y la Real Fuerza Aérea Australiana (RAAF) mostraron escaso interés, algunos pilotos incluso llegaron a calificarlo como una herramienta de "Gran Hermano". No fue sino hasta que el jefe de Warren, el Dr. Coombes, presentó el prototipo en el Reino Unido en 1958, que la idea comenzó a ganar tracción. La Ministry of Aviation y el Air Registration Board británicos reconocieron su potencial. Australia finalmente ordenó la instalación de registradores de voz en cabina tras el accidente de un Fokker Friendship de TAA en Mackay, Queensland, en 1960, cuya investigación se vio dificultada por la falta de datos.
La invención de Warren es hoy un estándar global indispensable. Estos dispositivos, ahora mucho más avanzados y capaces de registrar cientos de parámetros de vuelo y horas de audio, son herramientas cruciales. El doctor Olumuyiwa Benard Aliu, quien fuera presidente del Consejo de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), destacó en una ocasión que "las cajas negras son uno de nuestros más valiosos recursos para el mejoramiento de la seguridad de la aviación". La OACI, reconociendo la magnitud de su aporte, confirió póstumamente a Warren el 41° Premio Edward Warner, su más alta distinción

A pesar de la aceptación universal y la valoración actual de los beneficios que el invento del doctor Warren aportó a la seguridad aérea, el doctor Aliu recordó que "en su momento se le observó con escepticismo", especialmente por parte de las autoridades de aviación australianas. Sin embargo, la perseverancia del inventor australiano fue clave. "Pero fue consistente con su pasión por la innovación y su compromiso para evitar los accidentes y salvar vidas. De esta manera el doctor Warren perseveró con su idea de beneficiar al transporte aéreo y a sus, ahora, billones de pasajeros anuales", concluyó Aliu. El interés inicial provino principalmente del Reino Unido, lo que ayudó a impulsar su desarrollo y eventual adopción global.
David Warren falleció el 19 de julio de 2010 en Melbourne, a la edad de 85 años. Su conexión con su invención fue tal que su sepelio se realizó en un féretro que portaba la inscripción "Flight Recorder Inventor; Do Not Open" (Inventor del Registrador de Vuelo; No Abrir), un juego de palabras con la advertencia presente en sus creaciones.

El legado del doctor Warren perdura en cada vuelo comercial y militar, donde los registradores de datos de vuelo y de voz en cabina continúan siendo herramientas indispensable para la investigación de incidentes y accidentes, contribuyendo de manera constante a la prevención y al fortalecimiento de los protocolos de seguridad en la aviación mundial. La industria aeronáutica actual se apoya extensamente en los datos proporcionados por estos dispositivos para refinar diseños de aeronaves, procedimientos operativos y programas de entrenamiento.
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